jueves, 2 de julio de 2009

No hallarás triunfo sin esfuerzo.



Su delgado cuerpo empuja, su espiritu maltrecho descansa sentado en la vieja silla de ruedas. No hay nadie para pilotar su curioso armatoste, asi que debe hacerlo él mismo. Muy poco a poco, con pasos que parecen no querer adelantar a las hormigas, construye el movimiento de su curioso personaje. Al fin llega a una terraza cuyas sombrillas no cubren los rayos ya oblicuos del sol. Ahí se ofusca; maniobrando en un atasco de sillas, consigue finalmente evitar el tráfico y aparcar su vehiculo ante una mesa, donde pide una cerveza.

Sin lavar ni afeitar, de manga larga en pleno verano y con unas gafas de maestro de escuela; totalmente ajeno a las expresiones de repugna o curiosidad de su entorno. El tiempo parece pasar más lento para él que para el resto de los mortales. Su reloj casio mide la eternidad que le lleva asir la mano a la botella. Con un pulso relajado, como si realmente desglosara el gesto fotograma a fotograma para deleite de las sombras del atardecer. Luego, milimetro a milimetro la aproxima a su boca y se moja los labios.

Ni el fuego quiere ser fugaz y turbulento al encenderse un cigarro, ni la gravedad y la cinética malintencionadas con las cenizas que penden de la colilla. Parece congelado en el tiempo; criogenizado, de no ser por su memoria que trabaja a pleno rendimiento.

Hace años que conversa con personajes intangibles. Se imagina largos diálogos para equivocar a la soledad. Poco a poco su voz pierde la fuerza y sus conversaciones no ocurren más que en su cabeza. Un ligero movimiento de sus labios, un dedo indice que se estira o unas cejas que se arquean, le habla por encima del hombro con gesto de viejo sabio. Su interlocutor, trás largos años evitando a la gente real, se ha reducido a su propia persona. Se trata a sí mismo con condescendencia, y se explica una y otra vez las razones por las que acabó tan mal.

Sí; al sentarse en la silla, su imagen de si mismo se acurruca a una de las ruedas, como un perro fiel. Y él acaricia su pelaje clareante y mohoso con piedad. Con cara seria enumera de nuevo los acontecimientos de su vida. Una obra de opereta, una sarta de mentiras largo tiempo ensallada.

Se exhorta a la indignación, se explica a si mismo todas las dificultades, todas las trabas que le pusieron, toda la gente que no quiso tratarle bien. Claro eso lo explica todo. Fue una dificultad tras otra, nadie tuvo la bondad de ocuparse de él, nadie tuvo un gesto amable no, todos preferían evitarle, mirar para otro lado. Nunca tuvo todo aquello que quería tener. A veces pensaba que lo que tendría que haber hecho es mandarlo todo a la mierda, con un arma, un explosivo, cualquier cosa y

pumba!

dejar de existir.
Pero no lo hizo, no. Vivió su vida esperando a que se lo dieran todo. Trabajó esperando que hicieran el esfuerzo por él. Tuvo la soberbia de quejarse por recibir poco cuando el altruismo ajeno obraba algo en su favor. Rompió amistades por preocuparse unicamente de la admiración a su persona. No consiguió a ninguna mujer por quererlas como esclavas cultivadoras de su ego.

Y ahora se apaga tan lentamente como su cigarro, mientras le observo de reojo. Y pienso que de lo único que fue víctima es de que alguien le inculcara que la vida le debía ni tan siquiera algo, solamente por el hecho de haber nacido.

4 comentarios:

MCN dijo...

mola

ellohir dijo...

+1

Victor BA dijo...

Nota aclaratoria: basado en hechos reales
Valencia 1/7/09

Danono dijo...

Nota aclaratoria: basado en hechos reales ver a un viejo moribundo en una silla tomandose una cerveza. xDD


Te ha quedado bien.