También el universo contiene infinitas maneras de partirte los piños contra el bordillo de la acera, por una bota en la nuca o como destino final de un vuelo parabólico tras atravesar el parabrisas.
Fruto del fraternal cainismo o del exceso tanto de confianza como de velocidad, en cualquier caso el objetivo es el mismo: tragar mierda y tus dientes junto a tu orgullo.
Si es que aún te queda.
Si a caso aún tuvieras de partida.
No te servirá más que para amargar el mal trago.
Tanto valía entonces como ahora: la rueda de la fortuna vira sin miramientos, soportando en su eje la marcha de la historia, aplastando a su paso cuantos pretendan oponerse a la potencia de un motor alimentado por el individualismo ciego de ocho mil millones de almas.
Almas torturadas por la exilarante ebriedad del vivir, debatiéndose como cubo de cangrejos por trepar a una cima formada por los cuerpos inertes de sus oponentes, definidos como tal por la simple imposibilidad de comulgar en la experiencia consciente.
Y sin embargo, del crisol de desolación, del corazón del fuego destructor, es el calor del amor lo que emana.
Tanto odio porque tanto amé, tanto destruyo por construir, tanto lucho por mi paz.
El buda no erró en su análisis. (Discutible es su solución.)
Si el conflicto es la naturaleza humana, la segunda ley de la termodinámica implica que no hará más que volverse complejo. Así una vida / así el destino.
Así el constante equilibrio entre bien y mal, según criterio subjetivo, obviamente. O no es fruto de esa misma experiencia consciente, la dicotomía proyectada entre el yo y el no yo, entre el pro y el contra, amigo o enemigo?
(Es el equilibrio en pro del no ser el error. Una armonía más compleja de alcanzar que girar en el sentido propio, como el espín de un electrón o una bala para conservar su vector rectilineo.
Y más difícil de mantener, como la verticalidad de una bici parada.
Y de ahí la necesidad de inercia, la aceleración, velocidad y tras la insospechada piedra en el camino, el vuelo parabólico. De nuevo la piñata en el bordillo, el orgullo roto y una rueda que gira en el aire, indiferente.)
Matar el ego no es matar el yo. Lo siento Siddhartha, pero ahí está la evidencia; tanto sufrimiento por mantener un sistema que albergue a todos, en la equidad más alcanzable. Mierda para todos. Porque hemos de alcanzar el límite de lo soportable. La función de onda colapsa en el estado más probable. Lo que puede ocurrir, ocurrirá, tan seguro como el libre albedrío no existe.
Es engañarse, querer que si podemos soñar otro compromiso, podamos alcanzarlo? Es a lo que tendemos, con nuestro existir cotidiano, como el satori que despierta en el aprendiz de zen en el momento menos pensado? Es este entendimiento de lo escrito entre lineas sólo fruto de haber leído cuanta palabra escrita hayan plasmado los hijos de la humanidad?
O es un proceso natural; una fase subsiguiente de perdida del capullo protector? Lanugo, inocencia,... empatía? consideración?
Cual es la solución, si el homo homini lupus está grabado en uno de los dinteles del monumento a la estupidez? Cómo aborda el humano astuto el lastre de su propia consciencia moral?
Pues de nuevo, sólo se me ocurre el amor, y su fruto por antonomasia. Ahora el problema es tuyo hijo. He aquí el debate último, resuelvelo tú que yo no puedo.
Es esa la solución y me está prohibida por no vivirla?
"Cuando seas padre comeras huevos".
Pues dios puede comerme los huevos, que cultivaré mi propio pan con el sudor de mi frente mientras aún me queden dientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario