martes, 3 de febrero de 2009

Odiar te pudre.





El tedio y el sufrimiento son el veneno de la vida. Como un gran pez globo, si no llevas cuidado al cortarlo, puedes comerte una glandula ponzoñosa.
Tendemos a vernos como víctimas. Pensamos que la responsabilidad es del que nos hace mal. Pero la culpa de la quemadura es del necio que pone la mano en el fuego. Somos niños grandes y pensamos que aún somos receptores, que nos lo deben todo. Aún cuando lo que recibimos de nuestros padres y tutores no es más que un margen hasta ser capaces de alcanzarlo nosotros.
Nuestro ego está hinchado y no se nos ocurre pensar que la culpa sea nuestra.
Y si el dolor es el veneno de la vida, el rencor es su efecto que nos oprime los pulmones y no deja respirar. Guardamos ese odio en nosotros, fruto de una incapacidad de dar el perdón. La forma de curar la quemadura no es apagando en un ataque de rabia el fuego, si no esperando a que lentamente nuestro cuerpo cicatrice.

El odio es un lastre. La vida es demasiado corta para estar siempre cabreados. No merece la pena.
No somos enemigos sino amigos, no debemos ser enemigos.Si bien la pasión puede tensar nuestros lazos de afecto, jamás debe romperlos. Las místicas cuerdas del recuerdo resonarán cuando vuelvan a sentir el tacto del buen ángel que llevamos dentro.


5 comentarios:

Danono dijo...

No obstante tanto el odio como el rencor son necesarios para el dia a dia. Nos comerian si no.

Victor BA dijo...

No creo, el odio y el rencor es lo que surje cuando justamente te dejas comer.

Tramp dijo...

ayer te tragastes american history X?

Victor BA dijo...

no entera pero si que saque la actualización de ahí.

MCN dijo...

El odio en pequeñas dosis a veces viene bien, te ayuda a sentirte vivo.